Recuperándonos

Pasó la semana santa, ya nadie ni se acuerda más bien. Diré que no hice nada de lo que tenía previsto, porque como últimamente viene ocurriendo, nos ponemos malos. Le toco a mi pitufa. Judit estuvo mala de viernes a martes santo, con un virus de barriga pobreta meva acompañado de fiebre, vómitos y diarreas. Apenas salimos en realidad así.  Y como ocurre con estas pasas cuando entra en una casa, detrás de uno, cae el otro. Pero recordaremos lo bueno:

Hicimos torrijas (sin huevo). Lo que es un plato típico de la semana santa, en casa de mi madre y de mi abuela son “las rebanás” de toda la vida y se preparaban muchos domingos por la mañana para desayunar (como las coñarras). Riquísimas. Se nos quemaron un pelín porque cuando una se pone, sabe cómo empezamos pero no cómo acabamos. Y empecemos bien pero acabemos con Judit a lagrimones cada vez que la soltaba, a lo que la mayor con el turbo puesto “ho faig jo mama, tranquila” con el miedo que me da el fuego y el aceite.... Al final todos cabreaos con tanto “estrés”, jaja. Me río pero a veces dan ganas de tirarse por el balcón.  Evidentemente el paso del huevo nos lo saltemos, y lo substituimos por una mezcla de harina Yolanda con agua.  (Perdonar por las fotos, no llego a aprendiz de cocinera)




Hicimos una mona estupenda. Y ahora sí le hice foto al bizcocho de esa nueva receta para que se vea lo bien que queda. Sabemos que las monas las regalan los padrinos, pero aquí entre alergias y demás historias, quedemos que se la preparábamos nosotras y mejor. Carla disfruta muchísimo con estas actividades y realmente es obra suya.  





Y por último, subimos la ropa del almacén a la habitación de al lado. Algo es algo. Ya queda menos para llegar, jaja. Que por cierto, he encontrado donde llevar ropa para los refugiados. Aquí:  “El Rebost solidari de Cerdanyola del Vallés”. Recomiendo muchísimo seguirles. Es preciosa su labor y vemos lo que los medios no muestran. 



Hemos vuelto a la rutina, al trabajo y al colegio. Hemos retomado todo donde lo dejamos. Todo, literal. Y ello incluye algunas situaciones que no me gustan y que la vida te obliga a enfrentarlas, pero como madre que duele infinito más. Hablo de cuando Carla me dice que “va soleta en el bus”. Y a mí se me cae el mundo a los pies cuando la veo irse sola.

En estos días he observado y estudiado la situación muy especialmente, y he descubierto que mi hija es más fuerte que yo. Que realmente yo lo paso peor que ella imaginándome que está sufriendo muchísimo cuando tampoco es así. Está claro que no le gusta ir sola y su penita lleva, pero gracias a Dios no es como imagino, no supone un gran problema ni le está causando ningún trauma.

Con ello he conseguido relajarme y dar grandes pasos creo en la dirección correcta.  Si lo hubiera escrito hace una semana, seguramente estaba cagándome en tó y no lo diría con tanta filosofía, pero creo que esa no es la actitud y lo que realmente quiero es aprender para cambiar las cosas, ser un buen referente para ella, porque nada consigo obsesionándome y dándole más importancia de la que puede tener, para que ella también se preocupe más de lo que ya pueda hacerlo. Todos nuestros monstruos internos se alimentan de nuestros propios miedos y complejos. Y claro que me da miedo viva algún tipo de discriminación. Hay cosas que duelen muchísimo, pero lo mejor es aceptar las situaciones al tiempo que las simplificas, buscar las razones y sobretodo la parte positiva, que siempre la hay.  Aunque esto cuesta mucho cuando se trata de lo que más quieres.

Tengo una amiga que dice que nuestros hijos cargan con nuestros miedos. Y en eso ando….superándolos yo también para no traspasárselos a ella. Si ella me ve a mí excesivamente preocupada será peor. No debo trasladar mis miedos a mis hijas, ni tampoco querer realizar en ellas nuestros deseos frustrados.

Nuestra experiencia ha de valer para servirles de apoyo, para educarles respetuosos, para darles en casa toda la seguridad y la felicidad del mundo, comprenderles mejor que nadie y enseñarles a madurar con todo lo que les pasa. Se hace mayor…y las cosas cambian.  

Aprenderemos juntas, a veces, ella me enseña más a mí que yo a ella...




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