Mi espalda y el colchón

Esta es otra historia de cómo me la dieron con queso.

En cada recta final de embarazo he tenido importantes dolores de espalda (como casi todas) y pensé que tras dar a luz, poco a poco se irían solos. Pero nació Judit y no se fueron, los dolores lumbares siguieron y siguieron. De ese dolor nocturno que aparece de madrugada y acaba despertándote. Primero era más leve y casi te acostumbras, y puedes seguir durmiendo con él, pero hace cosa de cuatro-seis meses empezó a empeorar y  era ya completamente insoportable.

Fui al médico y me hicieron una radiografía. Parece que mi columna está recta como un palo, y eso tampoco es bueno del todo. Me dijo que hiciera ejercicio para fortalecer la musculatura y así me iría recuperando.

-         ¿Puedo hacer zumba? –le pregunté más que nada porque acababa de apuntarme.
-         Si sí, todo lo que sea ejercicio te vendrá bien.

Perfecto pues. Entonces vino el accidente de coche y todo empeoró. Se me juntaron las dos cosas. Hice rehabilitación y en enero volví a zumba con ganas de ponerme en forma. Creí que iba bien, hasta que el lumbago petó. Llegaba la hora de levantarse de la cama y no podía incorporarme, imposible doblarme. Parecía una anciana. Para ponerme en pie, primero me arrastraba hasta el borde y me tiraba al suelo, así como si cayera una bomba y me pusiera a cubierto. Me estiraba y apoyándome en la mesita y en la pared, poco a poco me podía levantar. Un show. Lumbalgias que primeramente desaparecían a la que te levantabas de la cama y te ponías en marcha, ahora pasaban a un dolor continuo durante todo el día y no me dejaba agacharme ni flexionarme. Esto con una niña de 18 meses es una  tortura.

A todo esto, por mis dolores y porque tocaba, en junio del año pasado cambiemos el colchón. El viejo tenía 9 años y era hora de jubilarlo. Compramos el sofá y un colchón nuevo, con la esperanza, ilusión, fe divina y celestial que mi espalda mejoraría (cosa que como he explicado, no ha sido así, al revés).

Cuando lo compramos en la tienda, pedimos un colchón duro. Muy firme, que es como a mí me gustan y como mejor le sienta a mi espalda. Fuimos los dos a la tienda, fue una compra presencial, nos vieron, que tanto Toni como yo somos grandes, no somos ni menudos ni peso pluma (además de un poco gordos ahora mismo) y comenté de mis dolores de espalda. Elegimos uno siguiendo sus recomendaciones, porque de colchón no entiendo entendía absolutamente nada y me confié en los consejos de la vendedora, ilusa de mí, pensando que ella como profesional, nos aconsejaría correctamente. Cierto es que lo probamos, sí, pero como se prueban los colchones en las tiendas…te tumbas 2 minutos y medio y yá, no puedes quedarte a pasar la noche. Aunque visto lo visto, con todo mi morro, lo suyo es plantarse y echarse un sueñecito, ahí, en mitad de la tienda o en el propio aparador. Sin vergüenza ninguna.  

Total, hoy, casi un año después de comprarlo y cuando todavía lo estamos pagando, ese MIERDA DE COLCHÓN, es prácticamente espuma blanda y floja que me hace llorar todas las noches. Porque quizás no tiene la culpa de mi lumbago estropeao, pero tampoco ayuda. Cuando Judit me deja (que tampoco suele ser muchas) me voy a la litera de ellas porque aquel colchoncito de 90 es bastante más firme y lo noto muchísimo. Ya cuando lo trajeron, nos pareció que era demasiado blando, pero bueno, como era nuevo mantenía cierta firmeza que hoy ya ha perdido.

He llamado a la tienda y explicado el caso. Me han pasado con el comercial del colchón y después de un pequeño rifi-rafe (estos hombres están siempre a la defensiva y ni escuchan), me "aclara" que al colchón no le pasa nada. Ha accedido a pasar a verlo en un par de semanas que viene por la zona, pero ya me advierte que no habrá cambio a no ser que esté defectuoso,  que lo que aquí ha ocurrido es que me vendieron un colchón blando completamente contraindicado para nosotros, que debería haber sido muelles y la mujer nos aconsejó mal.

Y se queda tan ancho. 

Menos mal que vivo a una hora de la tienda, porque ahora mismo solo me apetece ir a la vendedora a hablar con ella y decirle algunas cositas que no le iban a gustar nada (por decirlo fisnamente).


Estoy cabreadísima.  Mierda de incompetente. Y enrabiada conmigo misma también por no seguir mi instinto de devolverlo cuando "me pareció era blando" al principio.

A palos aprende una.  


Comentarios

  1. Mira que me jode que me engañen, coño que te estoy pidiendo consejo¡¡¡¡
    Que encimas que te voy a comprar un producto que me hace falta casi por salud me engañes es para cogerla del cuello.

    Me jode mucho este tipo de engaño¡¡¡¡¡

    La madre que los parió.....

    Muchos besos y en cuanto mejores la arrastras de los pelos a la vendedora, jajajjaa

    ResponderEliminar
  2. pa'coserla a palos ¿verdad? jajajaja ;)
    que rabia de verdad....ahora estoy recogiendo información en foros y artículos y voy a acabar haciendo un máster sobre colchones y firmezas, es un mundo esto.
    ¡¡Un besazo!!

    ResponderEliminar
  3. pa'coserla a palos ¿verdad? jajajaja ;)
    que rabia de verdad....ahora estoy recogiendo información en foros y artículos y voy a acabar haciendo un máster sobre colchones y firmezas, es un mundo esto.
    ¡¡Un besazo!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares