Lunes de natación




Carla hizo piscina prácticamente todo infantil. Y en acabar Carla, continuó Judit. De modo que llevamos seis añitos ya que los lunes toca llevar a las niñas a natación.  A ellas les encanta esta actividad y aun siendo una extra escolar muy engorrosa, es importantísimo que aprendan a nadar.

Escogimos los lunes para empezar por lo peor y ya tenerlo echo el primer día de la semana. El momento vestuarios es lo más pesado. La calor y la humedad pegada al cuerpo, esas duchas llenas de madres y niñas, donde acabas chorreando bañando a tu hija, con esos caños que disparan agua para todas partes pero que no acaban de aclarar lo suficientemente rápido el jabón de la melena, junto con la energía, el alboroto natural y las ganas siempre que trae de jugar, se convierte ese ratito en un hastío constante.   

Hoy son las puertas abiertas y vamos a ver qué nos encontramos porque hemos tenido años de todo.  

El primer añito tanto de una como de la otra, sufrimos. Soy una madre sufridora, no me escondo. Pero es que tuvimos motivos. Eran las típicas puertas abiertas que hacen al finalizar el trimestre y en esas vimos que Carla, con un añito y medio, se soltaba de la pared y no salía del agua. El profesor no se dio cuenta (dijo que sí, pero no). Estábamos ahí. Desde las gradas chillemos como locos, y entonces sacó a la niña del agua. Mal. Miedo. Terror. Desconfianza. De todo.

Aquí nos tomamos un descanso y finalmente cambiemos de piscina. No nos gustó la actitud del monitor, que después de todo, quería hacer ver que no había pasado nada y que nosotros éramos los locos. Y el cambio fue para bien.

Aunque esto mismo pasó también con Judit de forma diferente. Eran también puertas abiertas y en este caso estábamos a pie de piscina. Mientras uno a uno los niños hacen los ejercicios, los demás se quedan sentaditos en el borde entretenidos con unos botecitos, unos patitos…cacharritos para que jueguen. A Judit le cayó el suyo al agua y en el intento de querer cogerlo, ella cayó detrás. En este caso, el profesor sí se dio cuenta y la cogió antes que pudiéramos abrir la boca. Más miedo y más terror, pero más confianza también.

Fue entonces cuando decidimos ir los domingos en familia a la piscina a nadar, a reforzar las clases de natación con ella, a que fuera consciente del peligro de hundirse. Y ayudó. El miedo siempre lo tienes porque todavía no sabe nadar, pero bucea muy bien, sabe salir a respirar y vimos una evolución.

El resto de puertas abiertas, que son la mayoría, han ido siempre bien. Estás con ellos mientras hacen su clase y te enseñan como trabajan, lo que han aprendido, etc etc. No puedo evitar ponerme muy nerviosa cada vez que toca, y hoy no es diferente. Me gustaría ver una mejora substancial, no sé, verla dar alguna brazada, creo que ya toca, si no es así, de este año no se escapa de hacer algún intensivo cuando llegue el veranito. 

Porque lo cierto es que este año le han cambiado el profesor y me da a mí que ha avanzado poco. No sé qué vamos a encontrar pero son sensaciones que tengo. Nada me gustaría más que equivocarme. 

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