Amistades de la Infancia



A mi me gusta escribir, aunque me cueste encontrar el tiempo y decidir qué contar. ¿Te vuelve la edad más silenciosa? Indiscutiblemente si. He debido de madurar (jajaja) o cambiar tanto que ya no queda rastro de aquella joven que necesitaba urgente de mis damas para solucionar todo. Antes, acudía siempre a mis amigas cuando algo me inquietaba, cuando tenía un problema, necesitaba un consejo y buscaba un pilar porque flaqueaba. Ellas siempre fueron mis botes salvavidas.

Luego, cumples años y te das cuenta que empiezas a solucionar tus propios problemas, comprendes que todas tenemos nuestras movidas y dejas de ir en busca de ellas. Te apañas sola. Y eso es bueno, todo lo que contenga la palabra “autosuficiente” está bien. Pero ay cuando vuelves a ellas. Ese momento de reunión en los que vuelves a dejarte ir y aprendes de nuevo a soltar la mierda, a compartir tus cambios, a expresar tus problemas. Cuando te dan la manita y te acompañan a encontrar soluciones, sentir esos apoyos incondicionales, sus frases y risas que son la panacea.

Es verdad que no necesito acudir a ellas, pero que regalo es tenerlas. 

La cocina en casa de Esther es nuestro Ministerio, nuestro rincón oficial, nuestra cueva.  Ese centro de encuentro donde te cocinas, donde he hecho las mayores digestiones emocionales, de donde sales nueva. No existe ningún otro lugar donde me guste más reunirme con ellas. Y el viernes pasado volvimos a juntarnos para celebrar por fin sus cumpleaños y a comer la clásica pasta a los cuatro quesos de Esther. No se me ocurre mejor plan. Ponernos al día sentadas en esa mesa: 

Sandra ha vuelto a estudiar, quiere hacer Integración Social. Irá a que le den la titulación más bien, porque lo que no sabe ella (o sí), es que lleva su vida entera integrando socialmente a todos los que orbitamos a su alrededor. Es su condición hacerlo y además, se le da de lujo: ha nacido para eso. Así apareció en mi vida, extendiéndome su mano para salvarme del oscuro precipicio al que fui lanzada y por ello le daré siempre las gracias. 

Le gusta cuidar y además tiene liderazgo innato. Sabe de lo que habla, es inteligente y sabia, es empática y muy rápida. Pone corazón y vive empadronada en el lado positivo de la vida. Escucharla es abrirte mentalmente a nuevos conceptos, a nuevas ideas. Me hace pensar y en muchas ocasiones, querer ser como ella, la miro y pienso ¿Cómo podría ser así? No puedo, sería un fraude intentarlo, jaja. Admiro la energía que te enchufa con su presencia, con sus análisis y sus cambios radicales de visión. Sandra tiene la capacidad de transformar el trago más amargo en otra positiva percepción. Es esa chispita de alegría contagiosa que justo necesitas, es una alquimista del corazón.   

La vida nos empujó juntas al borde de otros abismos, aventuras que son solo nuestras. Es con Sandra con quien más acantilados he atravesado y compartido, un angelito guardián. A veces, con vidas tan paralelas, e historias tan sincronizadas, que son un mágico misterio. Y una suerte, porque con ella, repetiría todo de nuevo. Con nadie más en el mundo me he reído tanto de mi llanto y de nuestros miedos. 

Esther siempre fue para mí la incondicional. Convivimos tanto, que podría afirmar aquí y ahora mismo, que fue mi primera relación jaja. La Esther de hoy, ha llegado a cumplir sueños que ni imaginó. En esa misma persona vas a encontrar a la espontanea niña de 12 años y toda la grandiosidad de un alma vieja.  Su comprensión traspasa el límite de lo visual y palpable. Ella te va a llevar directamente a la sanación y la más profunda comprensión. 

Algunas batallas nos han tenido separadas, pero supo invertir ese tiempo en renacer de nuevo. Tan admirada como la anterior, es también una sorpresa para mí descubrirla, un honor ser su amiga, es protagonista de una historia de superación y evolución humana digna de ser admirada. Por eso es la amiga más motivadora que puedas encontrar. La maravilla es hallarla siempre siendo ella, como cuando éramos pequeñas. 

Aun siendo una reconocida terapeuta dueña de su negocio y de su vida, no ha perdido ni un gramo de su encanto. Siempre ayudándonos con sus conocimientos, con su respeto, con nosotras sigue viva su esencia. Atrás quedó esa niña insegura, me quito el sombrero ante ella por el dominio y la transformación bestial conseguida. 

Reconozco que mis carencias emocionales y mi sensibilidad a veces infantil, me ha mantenido alejada en ocasiones. Siento muchísima admiración por las mujeres en las que nos hemos convertido, por como lucen esas niñas que un día la vida juntó. Puede que no nos veamos demasiado, y reconozco por lo bajini, que siento a menudo miedo al olvido, pero he comprendido que eso no pasará nunca, que ese sentimiento es solo mío.

Porque luego, la realidad es, que el peso de nuestra amistad es un macizo fornido, un lazo resistente, y cuando nos sentamos en esa cocina, entre nosotras NADA CAMBIA Y TODO VALE: lo sucio y lo puritano, lo clásico y lo moderno, la euforia de un momento, el llanto de lo cotidiano, repetir incansablemente nuestros recuerdos o dramas exagerados, el bien, el mal, el consuelo, reír llorando y gritar todo lo que sea necesario. 

Por eso son mis amigas des de que cumplimos 14 años.   

PD. Mi post llegaba hasta aquí, pero ahora que sé que me van a leer, estoy nerviosa, y solo puedo acabar diciendo lo que ya saben, que son importantes para mí y que os quiero de verdad. Poco más puedo añadir…pero con ese “don” que dicen tengo, brevemente voy a resumir:   

Sandra es esa mano que te saca del fango, es “ven a casa que te voy a peinar”. Es Cádiz, son horas de infinitas charlas, es concierto, es libertad. Es escucharte atenta para luego decirte, “Amiga, ahora te vas a enterar”. Y cambiar todos los muebles de sitio para hacerte ver que sí puedas pasar. Y cuando te ha dejado la casa despejada y corre el aire fresco de nuevo, piensas: “que razón tiene la joia”. Lo único que pido, es estar a su altura, cuando me toca a mi hacerlo. Porque siempre voy a estar. 

Esther es lo que llamamos entorno seguro.  Es un sillón de algodón donde sabes que siempre puedes descansar. Es la inocencia permanente, es quien te guía con su moral.  Es acabar en la calle en pijama y muerta de risa, es ver pelis y ponernos ciegas a sándwiches y pipas, es Colon, es la compañera ideal, es la hermana adoptiva, es una más de mi familia. 

No tengo muchas amigas, de hecho, la vida me da y me quita, no soy muy dada a caer en gracia. Y cada vez menos. Pero con ellas sé que puedo ser yo misma, con las que siempre voy a poder contar y me siento afortunada de seguir disfrutándonos después de tanto tiempo. El valor de nuestra amistad es con lo que me quiero a quedar. 

Dedicado a mi primer amor y a mi medio limón: mis amigas de la infancia. 

 



Comentarios

Entradas populares