De tu medicina
Este filosofo sabía
lo que decía. ¡Qué fácil es juzgar a los demás y que poco a nosotros
mismos! Cómo somos eh…
Observarse, eso que
casi nadie hace. Observar alrededor pero, sobre todo, a nosotros mismos.
Conocernos bien, con nuestras luces y sombras. Entender cómo funcionamos, cómo
somos, por qué sentimos así, porque reímos o lloramos. Prometo que trabajo
todos los días en ello.
Porque es el
trabajo más difícil, entendernos. A veces deberíamos vernos y cuidarnos como se
cuida a un amigo, entendiéndote a ti mismo como alguien a quien quieres mucho.
Para escucharte como lo harías con él, para entender nuestros comportamientos,
aceptar nuestros errores y aprender de ellos, querernos aún por ello,
saber perdonarnos a nosotros mismos, amar nuestras imperfecciones. Asumir que
no somos perfectos, que también te equivocas, todos lo hacemos.
Porque hay personas
que les gusta mucho eso de: “yo te quiero mucho peeeeeero, desde el cariño te
lo digo eh…… (y aquí ya puedes empezar a prepararte para la ostia que
viene)”
Pues he tenido
algunas de estas de la misma persona, y han sido curiosas, la verdad. Pero
bueno, las he aceptado, me he puesto en su lugar y doy mi palabra de blogger que
no me lo he tomado mal, que una crítica constructiva la he recogido y he pedido
disculpas por haber hecho sentir mal sin intención de hacerlo cuando así me lo
han hecho llegar. Porque entiendo que hablando se entiende la gente y es la
mejor manera de resolver cualquier conflicto o malentendido. Para mí es
signo de fortaleza en una relación, sea como sea, poder hablar las cosas y
pedirse disculpas.
Pero ojo, he
descubierto algo. Esto funciona solo cuando recibo yo, solo cuando me toca a mí
ejercer esa autocritica, solo cuando me toca a mí pedir perdón. Y ya me he
cansado. Porque como sea al revés, y sea yo quien ejerza algún tipo de
recriminación, entonces será cuando llegue la tormenta porque, como yo las tiro
directas y no suelo hacerles la cama, ya tenemos servida la pelea. No
todos somos buenos aceptando críticas. Visto está. No tenemos el mismo nivel de
orgullo ni conocemos del mismo modo la empatía. Es demasiado flamenca como para
recibir ella.
El otro día,
alguien cercano con quien he compartido bastantes momentos en
los últimos años habló mal de mí. Me consta no ha sido algo puntual,
lleva un tiempo haciéndolo. No seré yo la que os diga si tiene o no tiene
razón, seguramente para ella la tiene toda, pero para seros sincera y después
de analizar la situación, de incluso haber valorado la opción de pedir
disculpas por sus interpretaciones equivocadas (no a mis palabras), me dí
cuenta que toda esa mierda que tiene contra mí no es más que el reflejo de lo
que guarda dentro. Que quizás, se le da muy bien
decir verdades a los demás pero no aceptar las propias.
Ahora parecemos enemigas publicas, y me niego a serlo. Voy a seguir cordial por mi educación y valores. Me niego a darle tanta importancia en mi vida, me niego a llenarme de malos sentimientos porque soy un poco borde a veces si andas meneándome, acepto que no soy ningún angel caído del cielo, que seguramente me he expresado fatal y podría haberlo hecho mejor, pero no soy mala persona, no intento sentirme superior, ni mucho menos disfruto haciendo sentir mal a nadie. Todo lo contrario.
Y este tipo de actitud es de una bajeza humana a la que por suerte,
no he llegado. Quien me conoce bien sabe de mi humildad y nobleza. ¿Un poco
torpe? sí, ¿un poco bestia a veces? sí...pero acepto y pido perdón si es
necesario. Siempre lo he hecho y siempre lo haré, cuando crea que debo hacerlo.
Lo que ocurre es que ella no ha querido ver en esta historia su gran
soberbia.
Y por esa razón, me
critica. Y mete a las niñas por medio.
Ya te
cansarás.
Ya he dicho que no
llevo un año bueno.....
Comentarios
Publicar un comentario