Cristales rotos

 


No es superstición, pero ahí están los añicos. Demasiados cristales se han roto "accidentalmente". Y con ellos, el relato de cómo se rompe una amistad que en realidad nunca le perteneció, y es que al final la que se ha cansado de los desprecios he sido yo. Las madres no podemos ser amigas si no lo son nuestras hijas. Esto es así. No puedo ignorar que continuamente se deje de lado a mi hija y seguir como si no me afectara. Estas cosas duelen, no soy una exagerada. 

Soy consciente que mi vida social actual ha disminuido bastante, pero a mis 44 años, por fin puedo decir que me afecta igual. Anhelo historias que mi vida se resiste a dar, es cierto. Pero de pronto, no he tenido que luchar contra ningún sentimiento de abandono, más bien todo lo contrario, brotó la seguridad como quien siembra, cuida y riega. Si entrego mi confianza y todo mi corazón, no me conformo con menos. No hay más.   

Reconozco es mi responsabilidad, como buena cáncer medio pava que soy, el genio que me puede y la sensibilidad que le acompaña. Además, también lo soy de mis buenas o malas decisiones: acertadas o no, pero que han sido necesarias. Y me siento bien, estoy tranquila y convencida. Y esa es la señal que necesito. Por lo tanto, estoy segura que tarde o temprano algo mejor llegará. 

O no, ¿quién sabe? y sea ese mi destino. Solo el tiempo lo dirá. Tengo el derecho a cambiar de opinión y a dejar de tragar, sobre todo porque siempre fui de frente y cuando te equivocaste, en lugar de rectificar, fuiste por detrás.   

Segura, pero no contenta, porque en el fondo, es una pena.

Comentarios

Entradas populares