El primer móvil de Carla

 

Mi primer móvil era así. 

Hacía más de un año que Carla venía pidiendo un móvil, de momento se apropió de uno viejo en el que tenía instalados distintos juegos y alguna aplicación de mensajería para comunicarse con el grupo de clase. El mes pasado, por su 12 cumpleaños, volvió a pedirlo y después de darle 35.000 vueltas al asunto, cedimos a regalarle su primer móvil. 

Algunos expertos hablan de comprarles su primer móvil a los 16 años, y suena ideal, pero tal y como estaba la situación, no hubiéramos aguantado 4 años la espera. Podríamos haber esperado algo más, sí, pero me he decidido finalmente por tenerla más localizada. La idea es muy tentadora y es que ha empezado a salir por el barrio con las amigas y aunque no se mueven de unos metros a la redonda, me siento más tranquila si lleva consigo el móvil y puedo hablar con ella siempre que lo necesite. 

También escuche a un profesional que venía a decir que hay que entregarles su primer móvil cuando todavía son adolescentes que se dejan aconsejar. Si esperamos demasiado, corremos el riesgo a que no se dejen controlar del mismo modo que ahora hacemos. (Claro que, si pagamos nosotros, no les va a quedar más remedio). 

Solo ha pasado una generación, la mía, que nos íbamos a la calle casi sin reloj prácticamente. Y sabíamos perfectamente a qué hora teníamos que volver. Ya sé que eran otros tiempos, pero recuerdo más de una vez a mis hermanos mayores salir a buscarnos porque se me había ido el santo al cielo o simplemente no me quería recoger y había que aprovechar el momento. Seguramente si a mi madre le hubieran dado a elegir poder llamarme por teléfono, lo habría hecho igual. Ahora me encanta cuando Carla me llama para decirme solamente que está bien, o si puede quedarse 10 minutos más porque a Irene la dejan ese ratito. Admitamos que la parte buena de que la niña tenga móvil, en algunos casos, es muy buena. Del mismo modo que la parte mala, es muy mala. Y negativas hay bastante más que positivas. 

Para evitar males mayores, las condiciones son las siguientes: esta delimitado a 2 horas al día de duración y a las 22:00h se apaga. No puede instalar ninguna aplicación sin nuestro consentimiento, ni tampoco crear o alterar ningún contacto. Hemos habilitado otras alertas para menores indispensables para el uso de las distintas redes sociales que ve como tik tok o youtube. Y toda esta criba está funcionando bien. 

Lo que me preocupa en realidad es que lejos del móvil no saben estar. No se como hacer para que vuelva a recuperar las ganas de hacer manualidades, lettering, leer, escribir…¡incluso hasta aburrirse!   No quiero que le fría el cerebro y que se quede atontoliná con tanto short inútil. 

Esa es la verdadera tarea. Después de proteger la intimidad de los menores, de muchas conversaciones sobre la importancia de lo que tienen en las manos, de educarles en gestionar arrebatos que pueden surgir en ocasiones en los diferentes chats abiertos, en controlar su uso y contactos, hay que trabajar para que no les absorba por completo sus gustos, su personalidad y su tiempo. 

No olvidemos que son la primera generación expuesta a este tipo de herramientas tan jóvenes, que todas las consecuencias que puedan tener, serán un experimento y los estudios ya revelan los cambios en el desarrollo neuronal debido a las pantallas. Seamos prudentes con esto. Adolescencia + acceso a internet descontrolado puede tener final catastrófico. 

Porque así es, hemos entrado en una preadolescencia prematura que llegó a los 11 años de un día para otro casi sin verla venir. De pronto Carla cambió: su mirada, sus gestos, su personalidad…no sabría explicar, pero era distinta. Siempre ha sido una niña mega responsable, y lo sigue siendo, pero ahora han empezado las contestaciones muy fuera de lugar que muchas ocasiones son bastantes difíciles de llevar. Mi Instagram está lleno de perfiles relacionados con la educación de adolescentes porque siempre viene bien escuchar consejos y charlas. Lo más importante es mantener esa calma que tanto cuesta llevar. Practico a diario, lo visualizo, lo intento, pero no os quiero engañar, lo consigo poco. 

“Carla es un martillo” esta es la frase que la ha definido siempre, hasta de bebé. Es cabezona e insistente hasta desesperar. Y eso es lo que siempre ha conseguido: desesperarme. Nunca ha sido fácil en este sentido. La parte buena, es que luego (después del circo montado) entiende las cosas y sabe recular. Que, aunque te pida unas disculpas de corta duración, admitamos son esperanzadoras y reconfortantes hasta que las olvida y la vuelve a liar. 

En mi caso las discusiones son por el desorden y su modo de hablar, que no colabore en sus tareas y me hable como si fuera su amiga del colegio no es algo que este llevando bien…vaya, que si los días de llantos por cólicos me parecieron horribles, la adolescencia va a ser más dura y larga. Veo en ella, además, pinceladas de mi mierda de carácter adolescente, otros no sé de donde ha salido porque no lo reconozco ni en mi ni en su padre, pero por lo bajini diré que tiene cosas que me exasperan y creo que es de mi propia cosecha. 

Eso sí, es una niña muy aplicada e inteligente, ha terminado primaria con excelente y estamos orgullosísimos de ella. En Carla se puede confiar, es responsable y tiene la cabeza bien amueblada, creo de corazón que aprobaremos con nota esta etapa aún toda la dificultad que presenta encontrarse uno mismo en esta edad. 


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