Doña Repipi y la tierra del patio
Plego
de vacaciones, hoy es mi último día hasta el 29 de agosto si Dios quiere. Y
para despedirme, ahora que había vuelto a pillarle el gusto, voy a contar lo
que le pasó a mi madre el otro día.
De
pequeña fui una niña muy “mala”. Defino mala como niña traviesa, inquieta, muy propensa al gamberrismo digamos. Puedo decir
en mi defensa que tenía dos hermanos mayores que tampoco eran trigo limpio,
pero lo cierto es que mis hermanos nunca fueron tan gamberros como yo.
Ninguno
fuimos a la guardería, y en mi primer curso de cole, había una niña llamada M. con
la que me gustaba jugar. Resultó tener una madre muy repipi, que un buen día, al
poco de empezar el colegio, le dijo a la mía:
-
No quiero que tu hija juegue con la
mía.- así tal cual.
-
¿Y eso por qué? – mi madre
-
Porque tu niña es muy mala y le echa tierra en la
cabeza – sentenció ella.
Buuuuueeenooooo,
pues mi madre al final me lo prohibió de
verdad por no oírla. No tengo recuerdos claros, pero mientras me lo explicaba era como si
se encendiera esa “bolita de color naranja” almacenada en mi recuerdo a largo
plazo, y me vinieron sensaciones que sí, que algo pasó. Por lo visto a esa
madre no le debí gustar ni yo, ni el cole en general, porque se la llevó
a uno privado del pueblo de al lado, de modo que le perdía la pista. Algunas
veces nos hemos saludado cuando nos hemos encontrado por ahí con un “adeu” o con un reservado levantamiento
de cabeza en plan “ei”.
Este
tipo de experiencias a una madre no se le olvida, está claro. Si ahora se me
presenta una madre con la misma música, desde luego que tampoco se me olvidaría por
años pasasen. Carla ha estado llegando a casa cada día con tierra. Muchos
mediodías (porque en la mañana es cuando más rato pasan en el patio), era un
ritual sentarse en un poyete y sacudir zapatos. He sacado tierra de mi casa
como para montar un sorral en la terraza. Tierra en las bambas, tierra en la
mochila, tierra en los bolsillos de la bata y algunas veces ¡tierra en la
cabeza! Y hombre, no mola, pero yo baño a mis hijas todos los días señora y jamás
me ha dado por pensar que alguien se la echaba a propósito. Y de prohibirle
nada….¡es que los niños, se echan la tierra por encima jugando porque son
felices!
Además,
en cualquier caso, las cosas se hablan, se miran con las profesoras…no llegar a
la primera, prohibiendo que jueguen unas con otras con tan solo 3 añitos. Que triste dios mio. Según
mi madre, nunca nadie más se quejó de mí, esto es un dato importante en mi defensa jaja. No se, puede que existiera
demasiada diferencia entre ambas, yo era la tercera de cuatro hermanos de una familia muy
humilde. Ella no estoy segura si era hija única o tenía un hermano, y pertenecía
a una familia que se podía permitir un privado. Quizás sí éramos de planetas
diferentes, pero no por eso, sino por la mentalidad de esa señora. Eso sí
separa.
En fin,
ahora que soy madre veo exagerada y muy repelente su actitud. La verdad es que
no se si le llegué a echar tierra a la niña por la cabeza o no, yo no me
acuerdo evidentemente, pero dice mi madre que yo llegaba igual….así que bueno,
no creo fuera tan grave.
Y ahí
quedó la cosa.
Pues el
lunes pasado que ya no había guardería, va mi madre al médico con mi padre y
con mi Judit (que es una mini yo) y se encuentra a la repipi con sus dos nietos
en la misma sala de espera. Se ven, se reconocen entre ellas y ninguna se
saluda. La tensión se palpa en el ambiente. Ahí están esas madres 36 años más
tarde frente a frente con sus respectivos nietos, esos “niños pequeños” de
nuevo.
Una que
sabe cómo es Judit, lo normal es que se hubiera puesto a correr por los
pasillos, porque tiene estas cosas de vez en cuando, pero mira, ese día no lo
hizo. Se sentó al lado de mi madre y se portó de escándalo. Mi madre no cabía en
ella de orgullo.
Al otro
lado, tenemos a Dña. Repipi con dos nietos, de más o menos las mismas edades que
las mías, que eran dos delincuentes. A cual peor. El pequeño sobretodo,
tirándose por el suelo, chocando los coches que llevaban, gritando….y la mujer con
un estado visible de nervios importante.
Llamaron
a la consulta a Dña. Repipi antes, que estaba primera y faena tuvo para
arrastrar a los niños con ella dentro. No tardó en salir, y a continuación,
llamaron a mi padre, al que también visitaron bastante rápido. De manera que en
la salida, se volvieron a encontrar.
Digamos
que Dña. Repipi no avanzaba tan deprisa con dos niños guarreando sin parar. Cuando de nuevo, se volvieron a ver en la
puerta, el grande empujaba el carro que iba vacío, y el niño más pequeño
marraneaba porque no quería irse, estaba en plan rabieta de no querer caminar, esa que te saca de los nervios. Cómo se
pondría la mujer de nerviosa entonces, que en un arrebato de esos que nos da,
enganchó al pequeño llorando cargándolo bajo el sobaco, le quitó el carro al
grande y tiró del niño y del carro vacío hasta la puerta tan rápido como pudo,
mientras mi madre salía tranquilamente andando con mi Judit cogida de la mano
como las personas civilizadas.
Me dice
mi madre: “a ver, lo normal es que hubiera metido al niño pequeño en el carro,
que total, llorar ya lloraba, y hubiera salido más cómodamente y más rápido, más dignamente vaya, pero se puso tan nerviosa, iba tan encendida, que no lo pensó y salió como pudo” Me lo contaba descojonándose, con esa gracia cordobesa que tiene, y yo es que
lloraba de la risa con ella de imaginarme la escenita y la cara de Dña. Repipi. ¡Como disfrutó mi madre explicándome lo ocurrido!. Que maravilloso puede ser el karma
algunas veces.
Ay
amiga, si es que no se puede escupir pa’rriba…..
¡¡¡Felices Vacaciones!!!
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