El pañuelito del mundo


Hoy pensaba en eso de que “el mundo es un pañuelo”. Realmente lo es. Aunque eso sí, lo hace a su antojo porque es curioso cómo, a veces, se une ese mundo: el mío. El boomerang de mis recuerdos galopando en el espacio-tiempo no deja de sacudirme y sorprenderme. Las paradojas de la vida y como todo se va, pero vuelve.

Son cruces de personas de mi vida y que, sin conocerse entre ellas, casualmente el tiempo las une y mezcla entre sí. Toni dice que le doy demasiadas vueltas a tonterías y que es mucho más fácil: vivimos en un pueblo muy pequeño, pero a mí me gusta buscarle explicación a todo y encontrar su moraleja.  

Había una vez, yo con 17 años. 

Típica situación donde todas las amigas de tu grupo se emparejan y solo quedáis dos “solteras”.  Gertrudis y yo. Gertrudis, por su parte, encontró pronto otro grupito de amigas al que no fui invitada. Diría incluso, fui el hazme reír de ese nuevo grupo mucho más sofisticado, recibiendo algunas burlas por mi nombre y por mi aspecto físico de entonces. 

Me quedé sola y empecé a salir con el grupo de Manoli. Fue una etapa en mi vida que recuerdo con muchísimo amor y cariño, porque fueron amigas geniales con quienes compartí momentos inolvidables. No tengo ni un solo recuerdo malo, de verdad. Mantuve muy buena amistad con todas, siendo muy amiga con una de ellas hasta el día de hoy. 

Gertrudis y Manoli no se conocían de nada, viven a 20 kilómetros de distancia y pertenecían a entornos y grupos distintos. Pues el otro día, ví una publicación de ambas saliendo juntas de fiesta. Entonces pregunté a Manoli. Y pregunté, porque sentí un dejavu emocional que removió todos estos recuerdos vividos con ambas.   

Manoli me contestó: “eiii, conoces a Gertrudis, pues trabajamos juntas, que casualidad, sí, dice que se acuerda de ti, que eras muy maja, te manda recuerdos...”  

Gertrudis y Manoli amigas. De Gertrudis solo podía recordar aquellos momentos en los que me dejó sola sin compasión para juntarse con aquel nuevo grupo de pijas. De Manoli, recuerdo lo buena persona que era, con su naturalidad y simpatía, lo bien que lo pasábamos juntas. Por mis experiencias personales, sentí que no tenía derecho Gertrudis a ser amiga de Manoli por lo que me había hecho, jajajajaja. Sí, igual que una niña pequeña, lo admito. Me da igual te rías. 26 años más tarde esa adolescente sigue viva en mí.   

Había una vez, yo con 13 años.

Sabrina fue una “mejor amiga” del colegio. Fuimos inseparables durante un tiempo hasta que se sumó la tercera en discordia y nos convertimos en un triángulo de tres amistades donde la que sobró fui yo. Enfados infantiles tontos, propios de la edad (lo veo ahora con mis hijas) de que, si tú has dicho de mí, que si yo he dicho de ti etc, acabó rompiendo esa amistad. Pero lo peor de esta historia fue que, aparte de dejar de ser amigas, además me pegaron en la puerta del colegio. Nunca he tenido arte para pegar, así que me tocó recibir. Y lo pasé bastante mal. 

Gracias a esa pelea en cuestión, conocí a mi actual mejor amiga Serena. La persona/compañera/medio-limón que “caminaría” conmigo hasta el día de hoy. 

El caso es que el otro día, Serena me dice: “tía, no dirías nunca con quien nos juntamos que nos llevamos super bien. Con el hermano pequeño de Sabrina. Nuestras niñas van juntas al colegio y somos íntimos” 

Tic en el ojo. De nuevo, una persona que simbolizaba el bien en mi vida, se mezcla con otra que simbolizaba el mal. Y si bien, nos conocimos gracias a esa persona, que ahora, 36 años más tarde, simplemente aparezca por mi entorno de nuevo de alguna manera: no me gusta, hace que me pregunte ¿por qué? Y me trae malos recuerdos.  

Había una vez, yo con 37 años.

A los 6 años, la profesora nos cuenta que la niña es muy callada, no socializa y solo se relaciona con sus tres amigas, que no habla en grupo. Enseguida se nos presentó la oportunidad de apuntarla a hacer una actividad fuera del entorno del cole y así lo hicimos, con ánimo de ayudarla. En esas estamos cuando vemos que, al curso siguiente, aparecen a apuntarse al mismo sitio dos de sus amigas. 

Ella super feliz y contenta de que vinieran sus amigas a las que todos queremos mucho, peeeeero, ahí vimos que se iba al traste la idea de que trabajara su timidez y se esforzara por relacionarse con otras niñas. Así que un día, hablando con la monitora, el Toni le dijo algo así como que no la dejase que solo estuviera con sus amigas. No lo hizo con ninguna mala intención, pero digamos que pudo “sonar raro”. 

Al poco tiempo, con cara de mortadela, veo por Instagram que la monitora era muy amiga de la tieta de una de esas niñas y sentí eso de “aix, tierra trágame” jajajaja, no hubo ninguna maldad, solo el deseo de por lo menos no tuviera miedo a socializar, pero oye, creo que quedamos mal porque pudo verse feo aunque no fuera esa nuestra intención ni mucho menos.

Ahora que han pasado algunos años de esto, ni extraescolares, ni amigas ni nada. Mi niña sigue siendo igual. Sí, algo ha mejorado, pero le cuesta la vida hablar con quien no conoce. Quien es introvertida, es introvertida. Al igual que quien es extrovertida no la vas a hacer callar. Y lo mejor que tiene son sus amigas.

¿Conclusiones?

Son algunas situaciones donde la vida corta y pega caprichosamente relacionando a las personas de un particular circulito, algunos devolviéndolos paradójicamente a mi presente puede que solo para hacerme reflexionar. ¿Casualidades insignificantes? me inclino a que nada lo es ¿esconden algún propósito? Igual ninguno, pero me gusta creer que alguna tiene ¿Quizás para que aprenda algo? Seguramente entender y actuar en la vida con prudencia porque que el mundo es enorme pero muy pequeño al mismo tiempo y siempre hay que cuidar lo que haces y dices porque, además, el pasado siempre vuelve. Estamos comunicados en esta secuencia de vida, puede que sí sea un pequeño pañuelo realmente lleno de almas unidas, creando consciencia, luego los años alejan y acercan, pero seguimos “por aquí” aprendiendo juntas.


 

El mundo es un pañuelo

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