Primera Vocal

Ahora que ha habido elecciones en Madrid voy a recordar una cosa.

En noviembre del 2019 se celebraron las últimas elecciones catalanas pre-pandemicas. Sin saberlo, eran las últimas elecciones más libres que nunca, no solo porque las municipales tienen ese encanto de lo cercano y las sientes como más de verdad, sino porque fueron las últimas sin mascarillas de protección, sin distancias de seguridad y sin geles desinfectantes.  

Un mediodía sonó el timbre y al abrir me encontré a un policía que andaba buscándome. La policía y los correos certificados nunca traen nada bueno: fui seleccionada como segunda suplente. Nunca me había pasado y todos me dijeron que estuviera tranquila porque antes de mí había varias personas y no es fácil escapar de esa responsabilidad.

A los pocos días, volvió el mismo agente con más certificados a notificarme que había pasado de segunda suplente a primera vocal. A mí que nunca me ha tocado nada, me había tocado en la mesa electoral. 

Teníamos que estar allí a las 8:00 de la mañana y a las 8:03 fui la última en llegar porque tras mi llegada, la que coordinaba aquel sarao sentenció: “ya está la mesa constituida, los suplentes pueden marcharse” entonces todos los salvados desfilaron con cara de alivio. 

Iba muy nerviosa, con miedo a no saber hacerlo, a aburrirme, a ver qué personajes me encontraba, a pasar un domingo entero encerrada muerta de asquito…..pero la verdad es que me lo pasé bien. Que fueron casi 15 horas pero no se me hicieron tan horribles como creí.   

Seguramente el motivo sea este: llevo una veintena de años en el mismo trabajo, con la misma rutina, bastante sola y la realidad es que, aunque sea triste, hacer algo diferente, por toca-pelotas que pueda parecer, lo disfruté. 

Además, debo confesar que este mundillo de la política me mola. De siempre me ha pasado. Me gusta pensar que el pueblo tiene el poder, me siento importante creyendo que la opinión de cada uno de nosotros cuenta. Me emociona ver a las personas mayores ejercer sus derechos, me ilusiona explicarles a mis hijas quienes son esas caras que aparecen en las pancartas que de pronto inundan nuestras calles y por qué están ahí, colgadas de las farolas. 

Lástima que luego creces y te das de cruces con la realidad sobre “la fiesta de la democracia”: la política no es tan bonita, los lideres mienten, la mafia existe y los dirige a su conveniencia, el sistema es tremendamente perverso, está profundamente podrido y por supuesto, con lo poquito que nos queda, nunca llueve al gusto de todos. 

Volviendo a mi honorable colaboración en este festín, como decía, iba tan preparada para pasarlo regulinchi, que me sorprendió pasarlo bien. En mi mesa, mi tarea fue la de escribir el nombre de cada uno de los votantes en aquel bloc.  El presidente fue un chico joven que ya era su segunda vez y al otro lado, una chica que buscaba en la lista del padrón y rotulaba a cada uno de ellos. Todos eran muy simpáticos y agradables. Desconocidos entre nosotros, teníamos un montón de horas por delante juntos y no quedaba otra que pasarlas. Buena gente. No hubo altercado alguno y sí bastantes risas y momentos divertidos. 

Así que finalmente, no fue tan pesada la experiencia como esperaba. Eso sí, acabé molida de la espalda contando votos. Se hizo muy pesado por esa razón, llegué a casa casi a las 12 de la noche rota. El Estado me remuneró con 65 euros creo recordar, y me compré unas botas que justo llevo puestas. 

En las siguientes elecciones catalanas que le sucedieron (al parlamento), las primeras post-covid, las cosas ya cambiaron como todos sabéis: la odiosa mascarilla, los monos que llevaron que me parecieron innecesarios (y que ahora en Madrid han quitado, menos mal), los dni se depositaban en una bandeja….todo diferente y siendo más dura la obligada estancia. 

El dato curioso es que cuando fui a votar como electora, me encontré al mismo chico como presidente. Cuando le vi flipé:  ¡¿Pero perdona!? ¡¿Otra vez tú!?  ¡Era su tercera vez! Sí señor, por tercera vez le había tocado estar en la mesa electoral.  Me comentó que después de esta, legalmente ya podría negarse, ya habría cumplido con su obligación responsable de colaborar por cojones a la llamada electoral, jaja. Porque la verdad es que una vez vale, pero tres son demasiado.   

Yo espero no repetir más, aunque me gustara.

 

 


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