Pendientes de boda


Mañana se casaba Julieta y nunca pensó que ese día llegaría. Creía que no iba a encontrar jamás a quien le quisiera y quizás por ello, había dejado de anhelar ese soñado “idílico amor”. Ni las películas románticas ni las canciones de amor le parecían bonitas. Solía pensar que el amor estaba sobrevalorado, era mentira y difícil. Idealizado. Bah!, no creía en él, ni siquiera le gustaba pensarlo.

Cuando más aceptado lo tenía, cuando más feliz era con esta ideología de vida, conoció quien le pediría matrimonio.

Ella sabía que no era perfecto, que no cumplía sus requisitos, pero con esa creencia tan arraigada, ¿es que acaso alguien los cumpliría? Y bendijo a ese maravilloso amor que cubría el más que aceptado 75% de sus indispensables y admitamos, algún 100% imprevisto. Eso estaba fenomenal.

Aquella última tarde de soltera, entre los muchos últimos preparativos, había que ir a recoger los pendientes de la novia. Cual fue la sorpresa cuando la joyera, le comunicó que alguien los había venido a retirar: 

-         ¿Quién? - preguntó Julieta asombrada.

-         Ha sido tu amiga Paquita - le informó la joyera

-         ¿Paquita? ¿En serio? – vaya, Julieta no lo esperaba

-         Sí, los pagó y los recogió ella. – Contestaba la joyera tan normal.

-         ¿Cómo dice? – alucinó Julieta - ¿No están aquí mis pendientes? ¿Dónde se los han llevado?

Saliendo de la joyería llamó inmediatamente a Paquita, quien le hizo ir a su casa a recoger sus pendientes. Y ¿dónde vivía Paquita? Hacía unos años que se había mudado y en realidad Julieta nunca había estado en su casa. Ya eran las 8 de la tarde, atrasados completamente en todo y en esas estaban, buscando con el gps una dirección en el pueblo de al lado para recoger algo tan importante para una novia como son sus pendientes. 

En aquel momento de sentimientos encontrados, de desmorone total de la agenda sumado al estrés y nervios del momento, eligió dar protagonismo al lado sensible de Julieta quien quedó atrapada por el sentimiento de cariño recibido por Paquita a ese gesto.   

Es interesante mencionar que Julieta acompañó a Paquita en toda esa experiencia de casarse, asistió a su despedida de soltera y también a su boda. Ahora ella, aun raptando sus pendientes, no le acompañó a nada.  

Pero en la cabeza de Julieta en esos instantes, supongo que, por la emoción y las ganas de sentirse querida, solo quiso ver ese lado bonito de cuando alguien tiene un bonito detalle contigo. Esa típica costumbre suya de solemnizar.   

“¿Qué detalle ha tenido Paquita, no?” 

Y aquí entra Julieto. 

Pues no. Porque todo ese numerito desmontaba un más que apretado horario, hacía perder mucho tiempo, y mientras Julieta intentaba “disfrutar” de ese inesperado momento, Julieto se enfadaba muchísimo porque “¡vaya ideas tiene Paquita, llevarse los pendientes sin avisar ni nada! Por lo menos podría haber avisado de esto”. (y admito que gran parte de razón tenía)

Cuando por fin llegó a buscarlos a su casa, como inoportuna y bélica gimcana improvisada, fue complicado disimular ese cruce de emociones extrañas. Se suponía ó debía ser algo bonito pero quedó marcado por unos incontrolables nervios al salirse de lo organizado. 

Han pasado los años y Julieta y yo recordamos aquel nerviosismo y la tensión vivida del momento, las críticas de Julieto, aguantar el tipo ante Paquita, sin saber muy bien cómo sentir aquello. El estrés pre-bodorril es real y un comodín más que acusado.  

Hoy, entre cafés, reflexionamos sobre cómo lo vivió.  

¿Fue en realidad una falta de objetividad que su mente romántica lo elogiara como algo bello? En cualquiera de los casos, poco pudo hacer ella, ¿por qué le dio la joyera sus pendientes de novia a otra persona sin su consentimiento? Y Julieto, ¿por qué enfadarse tanto ante algo que escapó completamente de su control? ¿Por qué no fluimos con los momentos tal y como se suceden sin amargarlos para siempre en su recuerdo? 

Pues este, ahí lo tienes, es el jodido 25%.    

Julieto no ayudó nada enfadándose en exceso, esa manía de no dejarse llevar aprovechando los instantes como vienen, de forma positiva para disfrutarlos como nos son dados. Él estropeo el momento, lo sabemos. 

Julieta, también debe aprender a ver el lado objetivo de los hechos. A no ensalzar sin medida los pequeños gestos que incluso pueden ser inapropiados para obviar otros importantes donde te abandonan con cualquier pretexto. Aprender a identificarlo. 

Porque pasado ese capítulo de los pendientes, analizándolo ya de lejos, hoy sabe que Paquita pudo acompañarla en su día como Julieta hizo con ella, pero finalmente no quiso hacerlo. Y eso le dolió. 

Bien, no seamos infantiles, ¿verdad? estuvo en su pleno derecho. Claro, sin lugar a dudas. Por ello quiso corresponderle regalándole y llevándose los pendientes que, aunque Julieta quisiera mostrarse feliz y agradecida, hubiera cambiado un millón de veces eso, porque le acompañara en su día y le mostrara así su aprecio. 

Quizás sea verdad que no existe el amor perfecto, puede que un perfecto complemento de quien aprender mutuamente. 

Los porcentajes no cambian nunca, siempre se acentúan. Un excel no miente.  

Y lo más gracioso de todo, es que a Julieta nunca le ha gustado llevar pendientes.


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