Lo de hacerse mayor
¿El huevo o la gallina? O dicho de otro modo ¿Las tiroides o la perimenopausia? ¿El estrés o los años? Voy a cogerlo todo y hacerme un caldo y una tortilla. Puedo resumir mis últimos años en esas palabras, pero sin los signos de interrogación.
Vamos a ver: hacerse mayor es una mierda. A mí no me importa morirme, bueno sí me importa, pero sabemos que es el trato, que es inevitable y más o menos lo tengo aceptado. Solo pido hacerlo calentita en mi cama, es mi único deseo.
El caso es que vivir es también
envejecer. El cuerpo habla contigo a diario, te manda señales inequívocas de
que estás haciéndote mayor, de que estas cambiando. Ley de vida:
Que si premenopáusica, que si me hago una radiografía porque me duele el lumbago/ciática, y tengo escoliosis, que si la tiroides empieza a fallar y eso acarrea unos efectos que no se acaban nunca…menudo cuadro.
Aun así, me siento dichosa y afortunada de que sigan siendo pequeñas “tonterías” y pueda seguir quejándome y contándolas. Lo peor es saber como mejorarlas y no ser capaz de hacerlo.
Ahora que empieza junio, que estamos a punto de acabar este curso escolar y se empieza a pensar en el siguiente veo claro una cosa: necesito volver al deporte mínimo de 3 veces por semana. Necesito organizarme mejor y sacar energía y ganas. Este curso que acaba ha sido un despropósito de extraescolares mal organizadas, no puede ser. Me merezco guardar para mí un tiempo que me permita dedicarme a lo quiera: y sé que moverme más es lo que más me hace falta.
Estamos cansados de oírlo por todas partes, pero es la purita verdad: sin ejercicio no hay energía, sin energía no hay vida. No es una moda, es una realidad.
Y además, sé que también me ayuda a mejorar mi descanso, reacciones en cadena todas beneficiosas que he abandonado solo por una razón: ¿Por qué nací tan vaga?
Sin excusas: hay que volver a la carga.
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