Madre en la tercera etapa

 


Imaginemos estas etapas, a groso modo:

Primera:  0 - 5 años – De bebes hasta cuando ya duermen, hacen sus cositas y comen solas.

Segunda: 6-10 años - De niñas, que aún su independencia, necesitan sus cuidados y vigilancia.

Tercera: 11-15 años - De niñas a preadolescentes, donde ya puedes ausentarte un poco.

Bien, hace 12 años y pico que me convertí en madre y todavía puedo recordar cómo me sentí el primer día que me incorporé a mi puesto de trabajo tras la baja por maternidad. 

Para mí, fue como un golpe en la cabeza que te deja atontá y del que despiertas sin conocimiento ni saber muy bien donde estás. Volver a trabajar entonces, fue el mayor sentimiento de incoherencia y falsedad que jamás he sentido. Me acompañó durante muchos días la sensación de vacío, como si formara parte de una función teatral, una fingida estúpida imitación “de vuelta a la normalidad” forzada y sin gracia. Como si sacas a un pez del mar y lo lanzas a bailar fuera porque es donde ahora la sociedad le dice que debe estar. 

Ah, ¿quieres decir qué la vida sigue como si nada? ¿Qué no es suficientemente importante tener una bebe a la que debo cuidar? No, no, disculpen: ¿¿¿Qué ME ESTAN CONTANDO??? 

Yo misma reconozco que nunca he sido la madre ideal, que tampoco entraba en mis planes pedir ninguna excedencia y que con el paso de los meses, muchas veces agradecía estar en el trabajo para poder desconectar. Las cosas como son. Tampoco soy de la opinión de que una mujer debe dejar de trabajar, y mucho menos de que cambies toda tu vida solo por ser madre. Pero la realidad es que sí, que te cambia la vida radical y que durante mucho tiempo me sentí extraña y completamente diferente a como creía iba a ser. Y me esforzaba por encontrarme de nuevo en este sitio donde todo permanecía igual pero mi prioridad y mi pensamiento era completamente distinto. Mi mente estaba siempre en otro lugar. 

Y nada, como todas las madres trabajadoras del mundo poco a poco te habitúas a tu nueva vida y consigues encontrarte de nuevo en tu trabajo. 

Pues ahora vuelvo a sentirme así de nuevo. Vuelvo a sentir eso de ¿qué hago aquí? Y mira que ya no son bebes a quienes deba cuidar, pero tengo un sentimiento parecido, incluso más intenso.

¿Por qué me está pasando? 

Y es por el nuevo cambio de etapa, que es bastante grande, porque siento que se está acabando el tiempo de irles a recoger al colegio, de verlas salir contentas por verte, de compartir con ellas esos momentos donde me cuentan esberadas sobre qué cosa chula o “injusta” les ha pasado. 

Las veo grandes, siento que estar aquí ahora mismo es una pérdida de tiempo enorme, tiempo vital demasiado importante, y estoy tirándolo por la necesidad de trabajar (que no es poca). Me asfixia pensar que estamos llegando al final de una etapa y en las siguientes, dios dirá que cosas pasaran. Me remueve todo, soy consciente del paso del tiempo, y solo quisiera irme a mi casa para estar con ellas más rato. Aunque sea acompañarlas a la extraescolar o sentarme con ellas a estudiar para preparar el siguiente examen, es ahí donde quiero estar en estos momentos, sin estrés y con tranquilidad. 

CON ELLAS, con mis niñas. 

Es por eso que los cambios de horarios escolares que se avecinan, aunque de entrada no sean positivos y no me gusten, empiezo a mirarlos con otros ojitos. Porque puede que tenga un lado bueno y que, en dos años, cuando la peque llegue a la ESO, pueda ajustar mi horario y compartir mas lo más valioso que tenemos: EL TIEMPO.  

Ya se que una planea y la vida luego decide, pero voy haciendo caminito de hormiguita para seguir algunas estrategias con un objetivo y unas ideas que me están quedando preciosas. 

¿Seran posibles? Ya lo veremos. 


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