Adiós Tercero

 



Se ha acabado el curso. Finiquitado un tercero de muchos cambios para Judit y un sexto de final de primaria para Carla. Al final el balance es muy positivo, pero no siempre ha sido así. Voy a centrarme hoy en el tercero de Judit que ha sido bastante movidito. 

Sabíamos que habría mezcla de niños y tal y como esperaba, Judit fue a la otra clase. Mi pena fue no repetir con la profesora del año pasado porque era de las pocas buenas que hemos tenido. No tengo dudas (y sí pruebas) que Judit acabó en 3ºB para no separar a otras niñas, supuestas amigas de Judit que parecían formaban un triángulo amistoso  bonito y de las que hemos terminado separándonos. 

Para que se entienda, nos tenemos que remontar al año anterior. Un día por casualidad, mientras íbamos en el coche hablando sobre las colonias, Judit me dijo que siempre estaba sola. “¿Cómo sola?” pregunté. Me explicó que, a la hora de hacer parejas para ir al bosque, a la piscina, a la pista, etc.…nunca nadie la escogía y al final la emparejaban con quien quedaba sola o solo como ella. Imaginaos mi cara ¡y mi llorera! Me cogió una pena horrorosa escuchar sus sentimientos. Hablé con las madres del tema y les pedí que lo hablaran con sus hijas para que entendieran que Judit lo pasaba mal y para que no la dejaran siempre sola, que podían alternaran las parejas para que esa no fuera siempre la dinámica. 

Durante todo segundo no cesaron las conversaciones con las madres debido a que en este trio, Judit seguía siempre sola. Pasaron los meses y ya no era solo que nunca la escogieran como pareja, luego empezaron a hacer discutir bastante y la parejita hacían piña en todo lo demás, para que en cualquier discusión que pudieran tener, se apoyaran entre ellas y hacer sentir a Judit siempre como la mala o la culpable de cualquier desavenencia de patio que pudieran tener. No pasaba un día que no la tuvieran. 

Convivimos con estas situaciones en busca de mejorar la relación de las niñas, pero cada vez era más fuerte y evidente este tipo de conflictos, hasta el punto que estando las madres presentes también se daban estas situaciones. Mi paciencia iba agotándose y mi cara me delataba. Cuando no es tu hija la que sufre, es de muy fácil actuar sobre el correcto protocolo manual de la diplomacia y educación, saber quitarle importancia a todo. Pero cuando es incluso ante tus ojos que a tu hija la dejan de lado, mi corta mecha prende hasta acabarse y puedes imaginarte donde van la educación y los protocolos. 

Y eso fue lo que pasó, que perdí la paciencia con cierta agresión. Yo también lo pasé mal, porque para nosotras fue bastante duró. Además, vivir constantemente estas situaciones estaba afectando seriamente a la autoestima y frustración de Judit. Ella no entendía que le dijeran que la querían, que eran amigas, pero no se lo demostraran en ningún momento. Y es que, en realidad, es una lección de vida brutal darse el lugar que mereces y mantener el respeto en una misma: no se debe permanecer donde no te valoran y ese es el mensaje que debía enseñarle a mi hija aun siendo tan pequeña y la importancia de ella entenderlo. Porque un día son las amigas y más adelante quizás es una pareja que no te valora. No has de mendigar atención ni cariño, las relaciones han de ser mutuas y equitativas, positivas y reciprocas. Quien no quiera estar contigo, no merece tu compañía y amistad. Menos tu tristeza. 

Y así lo hice, trabajar en ello. En este momento, aunque le tocó una profesora con cero química, que ha dejado clarísimo lo poco que le gusta seamos castellanoparlantes, agradecí enormemente el cambio de clase, comprendiendo que fué lo mejor que le podía haber pasado. No fue fácil el cambio. Veníamos de grupos bombollas por el covid y de dos años de poca relación con la otra clase. Judit no acababa de encontrar su sitio aquí tampoco. Volvió a sentirse sola. Digamos que la herida de no tener nunca compañera seguía abierta, no se cerró al momento, pues en este nuevo grupo, nadie la esperaba tampoco. 

Tan cansada acabé de esta situación, que incluso hice una preinscripción para cambiarla de colegio. Estaba decidida a empezar de nuevo, lo veía clarísimo, con su carácter tan bonito no me daba ni pizca de miedo. Pero poco a poco el crecimiento personal de Judit ha sido espectacular. Aprendió a dejar de estar pendiente de los demás, a no ir detrás de nadie, a no suplicar compañía ni amistad, a ser ella misma siempre y divertirse siéndolo, creer en ella de nuevo, a jugar con quien le apetecía en cada momento, a mostrarse tal cual es, incluso a estar sola si le apetecía. Se ha convertido en una niña muy amigable y resolutiva con las situaciones que se dan, tanto con ella como con los demás, y ha aprendido a vivir bajo el lema creado por ella misma “siempre happy”. 

Todo esto ocurrió en octubre, y hoy 7 meses más tarde, confirmo que las medidas tomadas fueron un acierto. Ellas siguen jugando de vez en cuando (y las siguen teniendo) pasan algunos ratos juntas cuando les apetece, pero a Judit ya no le afecta esa toxicidad que no le aportaba nada bueno. Porque mi hija ha aprendido a no esperar lo que ya sabe nunca iba a llegar. 

De este modo ha acabado tercero muy adaptada y con mensajes muy bonitos de sus compañeros. Me siento orgullosísima de ello. Puede que no tenga una “mejor amiga faldera” como hay tantas, pero es que ella tampoco lo quiere. Ha aprendido que esas relaciones no le gustan, que quiere divertirse con todos y ser libre para decidir con quien estar en cada momento, a conocer a todos sus compañeros y ser lo que más le gusta: una niña libre creciendo.  

Con todas estas movidas, las notas digamos no han sido todo lo buenas que nos hubiera gustado. Sigue haciendo omisiones en la escritura y le cuesta retener más de lo deseado, pero vemos que ha mejorado muchísimo, y a su ritmo, sigue avanzando. Judit es de finales de año, tiene un fuerte déficit de atención y una sensibilidad que todo le afecta muchísimo. Con todo esto, han sido buenos resultados.  

Así que tal y como hemos acabado, ella misma ha tomado la decisión y de momento, seguimos en este colegio. Vamos para cuarto con la ilusión de seguir mejorando y esperando tener una profesora con un poquito más de empatía y comprensión. 





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